La muerte no es el final. Muere Camilo Sesto y Blanca Fernández Ochoa. Comienza el mito.
El inicio de este curso ha estado marcado por dos defunciones que han conmocionado a los círculos artísticos y deportivos de nuestro país. El país entero ha sufrido y sentido casi como propias la muerte de Camilo Sesto y de Blanca Fernández Ochoa. La Cultura y el Deporte. Dos formas de vida, dos segmentos económicos, un conjunto de profesionales excelentes, dos grandes fuentes de inspiración para una sociedad ávida de sueños y esperanzas y dos ideas de país sobre las que España se proyecta ante el mundo como sociedad desde la perspectiva de una imagen moderna y universal.
La muerte no es el final, reza un himno militar; y probablemente sea cierto, porque la estela de una vida marcada por el talento, la humanidad y los logros alcanzados en forma de sueños colectivos, permanece viva en la memoria de todos. Siguen vivos quienes se fueron en los corazones y en la conciencia de aquellos amigos y familiares que dejan atrás. Y se mantiene vigente su ejemplo de superación en el horizonte de todos aquellos que les admiraron desde la lejanía, a través del relato que se desprende de los medios de comunicación, que durante años nos acercaron su vida, les colaron en nuestros hogares y les otorgaron también un espacio en nuestra vida. La muerte impacta, nos pone frente al árido, desnudo y fiero espejo del recuerdo y de la vida e inevitablemente hace que nos veamos fragmentadamente reflejados en esas vidas, hoy dramáticamente truncadas que discurrieron paralelas a la nuestra. La muerte parece ejercer de dama de negro aniquilando la esperanza y tal vez, construyendo el mito o la manía, forjando la leyenda tras este momento instantáneo y final.
Blogs, foros y noticias se visten de luto y recuerdan y destacan y constatan lo mejor de aquellas vidas míticas que nos hicieron soñar y alegraron y llenaron de emoción nuestras existencias. Para la historia los triunfos, las canciones y las medallas que atravesaron el tiempo y anidan ya en la evocación colectiva de esta España tan bien llora y despide y olvida.
Blanca como mujer y pionera del deporte español que anticipó los triunfos que más tarde otros y otras disfrutarían en el panorama internacional. Camilo, icono de modernidad, precursor de sonidos que presagiaron la modernidad, la hibridación en la canción, la experimentación en su registro creativo, envuelto en una imagen poderosamente vanguardista y ambigua en el marco del tardofranquismo y la transición. En nuestra retina un Jesucristo Superstar insuperable y quién sabe si un tanto autobiográfico. Incomprendidos, rebeldes, amados o malditos, nuestros artistas y deportistas son nuestra mejor representación en el contexto internacional. Cada día debemos recordarnos como país y como sociedad lo mucho que les debemos. Los artistas y los deportistas de hoy son deudores de su legado. Y cualquier homenaje en vida o póstumo es poco.
Desde el Instituto para la Excelencia Profesional, gracias por haber acompañado nuestros sueños y aspiraciones y por habernos emocionados tanas veces contribuyendo a nuestro crecimiento como individuos y como país.